Los escándalos de corrupción en España sacuden la geopolítica mediterránea

El Gobierno español y las Instituciones del Estado están siendo objeto de investigación por parte de los Servicios Operativos especiales de la Guardia Civil, de la Policía Judicial y de otros organismos dedicados a la lucha contra la corrupción.
El Presidente del Ejecutivo, Pedro Sánchez, en su calidad de primer responsable del Gobierno de España y como Secretario General del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en el poder desde hace siete años (junio de 2018), es señalado como posible máximo responsable de los escándalos que afectan al partido, al gobierno y a su familia directa, su esposa Begoña Gómez, su hermano David Sánchez y otros familiares, tanto por la Oposición política y parlamentaria, como por destacados miembros de la Judicatura.
Los dos últimos Secretarios de Organización del PSOE, José Luis Ábalos y Santos Cerdán, sospechosos de organizar la corrupción a gran escala y del cobro de comisiones para la adjudicación de los contratos millonarios por parte del Estado, tanto a empresas españolas como a socios extranjeros, entre los que se sospecha Argelia y Marruecos, se han visto obligados a dimitir de su puesto en el Partido, en el Gobierno y en el aparato de la Presidencia situado en el Palacio de La Moncloa.
No se trata de escándalos menores que afecten a personajes “de confianza del Presidente Sánchez” o “amigos del mandatario”, sino de escándalos mayores en cuyo epicentro se encuentra el máximo responsable de la organización del PSOE y de la trama oculta de La Moncloa.
Si bien es verdad que Pedro Sánchez es el principal responsable del Ejecutivo, en cuyas manos recae las decisiones que implican y comprometen al Gobierno español en el interior y el exterior del país, los dos individuos en cuestión, Ábalos y Cerdán, han manejado hasta ahora todas las tramas de corrupción, los hilos de la telaraña tejida por el Partido de Sánchez, y los equilibrios políticos internos que han permitido al Gobierno de coalición alzarse al poder y mantenerse por dos legislaturas consecutivas.
El PSOE de Pedro Sánchez no ganó las Elecciones legislativas de 2018; fue el segundo partido en votos y número de escaños. Las Elecciones las ganó el Partido Popular, que sin embargo no pudo formar la coalición necesaria para conseguir los votos parlamentarios que le permitiesen gobernar. Pedro Sánchez en cambio, se alió con al movimiento Podemos de Pablo Iglesias, y negoció el apoyo parlamentario de un sinfín de grupos minoritarios nacionalistas vascos y catalanes, republicanos, independentistas y regionalistas, lo que le permitió conseguir mayoría de votos en el Congreso de Diputados y salir airoso con su Ejecutivo de coalición.
Pero quien se encuentra en el ojo del huracán no son los partidos y grupos políticos que han dado su placet externo a Pedro Sánchez, sino su propio partido, el PSOE. Según fuentes investigadoras, el PSOE dispone de 482 cuentas bancarias en 35 bancos nacionales e internacionales, así como 62 cajas de seguridad. Los organismos oficiales de investigación han solicitado al juez su intervención.
Los escándalos de corrupción en curso de investigación y que con toda seguridad llevarán a los tribunales a figuras importantes de la política y del mundo empresarial, no son los primeros que afectan a España, pero sí los primeros que van a tener efectos demoledores en el papel de España en la arena internacional, hacia sus aliados tradiciones, hacia la Unión Europea de la que forma parte, y sobre todo a la geopolítica mediterránea.
El empecinamiento del Presidente Pedro Sánchez en mantenerse en el poder y no convocar Elecciones anticipadas, a pesar de ser pedidas estas por aclamación tanto la Oposición como por sectores importantes del propio partido PSOE y del Gobierno de coalición, hace temer lo peor.
La comparación de “la trama Pedro Sánchez” con los escándalos que afectaron a Nicolas Sarkozy en 2016 y con la que desencadenó el Presidente del gobierno italiano Bettino Craxi en los pasados años 90, a la cabeza de los socialistas, no es casualidad.
Nicolas Sarkozy fue acusado, y ahora condenado, de intento de corrupción de magistrados del Tribunal Supremo para que filtrasen información confidencial, lo mismo que se sospecha del Presidente español en su defensa a ultranza del Fiscal General del Estado. Y Bettino Craxy fue acusado y condenado por los escándalos de cobro de comisiones que afectaron a decenas de políticos, ministros, y altos personajes de la Administración que él presidia, lo que le obligó a exiliarse en Túnez, donde vivió seis años hasta su muerte en 2000. El “entramado Sánchez” también está involucrado en el cobro de comisiones ilegales.
En Italia, el socialista Craxy fue obligado a dimitir, antes de ser juzgado por corrupción. En Francia, el republicano Sarkozy fue derrocado por su propio partido que planteó en 2016 unas primarias para echarle fuera, y que fuese juzgado. En España, el socialista Sánchez se aferra al poder, pero su final puede ser semejante.
Sin embargo hay una diferencia fundamental entre estos tres capítulos de la corrupción en la Europa sur mediterránea. Y es el efecto que pueda tener en los equilibrios geopolíticos de la región.
Las crisis institucionales derivadas de los escándalos en Francia y en Italia, afectaron poco a la geopolítica mediterránea. Hubo cierta continuidad en las relaciones entre los países de Europa meridional y del norte de África o del Próximo Oriente.
El epicentro de estas relaciones se situó durante muchos años en el Grupo plurinacional Diálogo 5 + 5, que reunía a los cinco europeos (Portugal, España, Francia, Italia y Malta), y los cinco norteafricanos (Mauritania, Marruecos, Argelia, Túnez y Libia) a los que estuvo a punto de adherir Egipto; y en la Unión por el Mediterráneo, que reagrupaba a los países ribereños del Mare Nostrum.
Las Comisiones especializadas que se crearon, economía, comercio, inmigración, recursos marinos, relaciones exteriores, relaciones militares, siguieron funcionando a pesar de que la última Cumbre importante de Jefes de Estado y de Gobierno del Diálogo 5 + 5 fue en 2003 en Túnez. Pero hasta hace muy poco, la Comisión militar multilateral ha seguido reuniéndose. Otro tanto ocurre con la Unión por el Mediterráneo, cuya sede está en Barcelona, y que reagrupa a 43 países.
El previsible terremoto que sin embargo puede promover la crisis política en España derivada de los escándalos de corrupción, se debe principalmente al hecho de que ha sido el Presidente Pedro Sánchez en persona quien ha tomado en sus años de mandato, las decisiones que afectan a las relaciones mediterráneas y sus actuales equilibrios, fuertemente inestables. Ha tomado resoluciones que han hecho chocar unos países con otros, enfrentando sus intereses nacionales vitales.
Pedro Sánchez en persona, decidió aceptar la propuesta del rey marroquí Mohamed VI de “autonomía regional para resolver la crisis en el Sahara” como el plan “mas serio y responsable”, sin consultar ni al Gobierno ni al Parlamento españoles, acarreando un choque político de envergadura con Argelia.
Sánchez también decidió en persona “reconocer al Estado palestino” y congelar de facto relaciones con Israel, lo que no ha sido bien aceptado ni por Francia, ni por Italia, ni la Unión Europea o los Estados Unidos, y tampoco por Marruecos o Mauritania, más proclives a la negociación que al enfrentamiento para resolver la Cuestión palestina. España perdió de facto su papel mediador en el conflicto palestino-israelí, al adoptar una posición emocional, aunque verdad es apoyada por la aplastante mayoría de los españoles, pero cortando amarras con uno de los dos protagonistas del conflicto, Israel, ante el que ha perdido toda posibilidad de imponerle cordura y humanidad.
Fue también Sánchez en persona quien se autoproclamó como paladín de la cruzada política contra el nuevamente elegido presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, con el vano intento y estrepitoso fracaso de arrastrar con él a media Europa.
Por último, fue también en persona Pedro Sánchez quien ha empujado a la Unión Europea a adoptar una política de defensa eurocéntrica basada en el “apoyo militar sin límites” al Gobierno de Volodimyr Zelenski en Ucrania contra los Ejércitos rusos, volcando a Europa en una contienda que no es la suya, en detrimento de las relaciones con el Sur mediterráneo y africano.
Pedro Sánchez ha colocado las relaciones geopolíticas en las que España participa, en su máxima tensión. El derrumbe del “entramado Sánchez” no dejará de afectar dichas relaciones.
Si como es previsible, la Oposición dirigida por el Partido Popular, vuelve al Poder, las relaciones con el Sur mediterráneo, se verán afectadas. Marruecos buscará reequilibrar las relaciones entre Rabat y Madrid, y Argelia creerá encontrar la oportunidad de oro de salir de su aislamiento diplomático y político en el que está sumergida. Las relaciones entre Argel y Madrid pueden de este modo volver a la edad de oro protagonizada por Abdelaziz Buteflika y José María Aznar; siempre que el actual régimen político-militar (Abdelmadjid Tebboune y el general Said Chengriha), y el futuro Gobierno español, tengan la inteligencia táctica y práctica de poner en primer plano los intereses de sus respectivos países, antes que los suyos propios.
Y esto, contra la mayoría de lo que se piensa y se escribe, no tiene por qué afectar negativamente a las relaciones bilaterales cruzadas con Marruecos. Tanto España, como Argelia pueden salir beneficiadas de una relación pragmática con el Reino alauí, siempre que prime la inteligencia y el interés de los pueblos.
Por Pedro Canales.