Tebboune pronuncia su discurso de quiebra ante el parlamento
El discurso pronunciado el domingo 29 de diciembre de 2024 por el presidente Abdelmadjid Tebboune ante las dos cámaras del Parlamento argelino en el Palacio de las Naciones resalta dos aspectos importantes: por un lado, el callejón sin salida diplomático que se vuelve cada vez más evidente, y por otro, el creciente rechazo de las realidades internas y externas.
En un contexto en el que los observadores esperaban una desescalada en las relaciones argelino-francesas, especialmente con la esperanza de la inminente liberación del escritor Boualem Sansal, el presidente argelino, paradójicamente, optó por el camino de la confrontación. Su discurso, particularmente vehemente, repitió las quejas históricas habituales: el legado colonial, las pruebas nucleares en el Sahara y la controversia sobre los cráneos que se encuentran en los museos franceses. La intensidad de sus palabras – «Se jactan de su civilización mientras se enorgullecen de robar cráneos como trofeos» – parece menos una postura diplomática que un intento de desviar la atención de las crecientes tensiones internas.
Este rechazo de la realidad también se refleja en el manejo del asunto del Sahara Occidental. La expresión de Tebboune – «las soluciones oscilan entre lo amargo y lo más amargo» (يتراوح بين المُرّ والأمَرْ) – revela involuntariamente el callejón sin salida de la diplomacia argelina. Esta formulación, que juega con la gradación de amargura, ilustra la incapacidad de proponer una alternativa creíble a medida que el asunto evoluciona en el escenario internacional.
La elección de las palabras para referirse a Marruecos es igualmente simbólica de este callejón sin salida. Al usar la palabra «ellos» solo una vez, Tebboune intenta torpemente responder a la impactante frase «el otro mundo» lanzada por Mohammed VI, que se refiere a Argelia sin nombrarla. Esta expresión, que se hizo viral en las redes sociales y fue ampliamente replicada por los medios internacionales, se ha convertido en una herramienta diplomática eficaz, demostrando la pérdida de control de Argelia sobre el discurso regional.
La acusación contra Francia, presentada como la arquitecta oculta del plan de autonomía de Marruecos, también revela este rechazo de la realidad. Mientras el asunto del Sahara Occidental experimenta desarrollos significativos en el escenario internacional, con un creciente reconocimiento del plan de autonomía de Marruecos, la diplomacia argelina sigue atrapada en una visión obsoleta del conflicto, incapaz de adaptarse a las nuevas dinámicas regionales.
El rechazo se expresa con más claridad en el manejo de los problemas internos. Frente al creciente movimiento de protesta, especialmente en las redes sociales bajo el hashtag #مانيش_راضي («No estoy satisfecho»), Tebboune permanece en silencio, prefiriendo refugiarse en promesas económicas irreales: un aumento del 53% en el poder adquisitivo durante su mandato, «proyectos gigantescos» de desalinización de agua y una política ambiciosa de vivienda. Estas declaraciones, completamente desconectadas de las realidades del país, revelan un desprecio flagrante por la inteligencia colectiva de los argelinos.
Este avance hacia promesas irreales, combinado con una retórica anticolonial francesa obsoleta, ilustra el callejón sin salida intelectual de un régimen que ya no sabe cómo mantener su legitimidad. La invocación de la memoria colonial, lejos de ser una herramienta diplomática efectiva, ahora parece el último refugio de un régimen sin soluciones.
Lo que es aún más preocupante es la creciente brecha entre las posturas oficiales y las aspiraciones de una sociedad civil cada vez más crítica. El éxito del hashtag #مانيش_راضي es un signo del surgimiento de una conciencia cívica que los trucos retóricos ya no pueden contener. El contraste entre la grandilocuencia del poder y la realidad de las frustraciones sociales nunca ha sido tan llamativo.
Este doble callejón sin salida – diplomático y social – señala una crisis más profunda en el modelo de gobernanza argelina. La incapacidad de renovar el discurso diplomático y satisfacer las expectativas sociales plantea la cuestión de la capacidad del régimen para reinventarse. En este contexto, la postura anticolonial francesa parece menos una estrategia calculada que un síntoma de un sistema al borde del colapso.
La cuestión ya no es cuánto tiempo se podrá mantener esta postura de negación, sino cómo anticipar las consecuencias de este rechazo voluntario. Entre el creciente aislamiento diplomático y la fractura social que se profundiza, el discurso de Tebboune podría marcar un punto de inflexión: el momento en que la política del avestruz alcanza sus límites definitivos.